Empecé a descubrir el mundo de los pájaros, a sentir un gran amor por la naturaleza, a escuchar buena música, a leer mucho. Me cultivé, viajé y aprendí que el mundo está lleno de maravillas. Aprendí que nuestra madre tierra es de todos los seres humanos y debemos preservarla a toda costa porque de la tierra viene lo mejor para todos los seres humanos.
A lo largo de su vida artística, Héctor Herrera fue construyendo su biblioteca, un contenedor de su imaginario creativo. Libros de historia universal, de episodios de la historia de Chile, también de antropología y otras ciencias sociales, abarcan el interés del artista por comprender un tiempo histórico determinado. Los clásicos de la literatura, entre ellos una colección de obras de Emilio Salgari y Julio Verne, y de otros autores de novelas de aventura y ciencia ficción, nos habla de la afición de Herrera por estos géneros, lo mismo que por el cuento y la novela breve policial, todos ellos enmarcados en la época de oro de una literatura destacada por el exotismo, el viaje exploratorio, los avances científicos y tecnológicos en una narración que hoy denominamos como de anticipación, en un mundo que se va acelerando en el contexto de la Revolución Industrial y hasta antes de las grandes guerras.
Una parte importante de la biblioteca de Herrera la compone una diversa colección de poesía, principalmente chilena y latinoamericana. Esto se entiende producto de la amistad con escritores, esencialmente poetas, entre los que destacan Pablo Neruda, Thiago de Mello, Cecilia Casanova, Juvencio Valle y Alfonso Alcalde. Poetas y poesía que nos hablan de la naturaleza y geografía americana, de la cualidad y dones de sus gentes, también de sus dolores. Es, en relación y coherencia, la intención poética de la obra de Héctor Herrera. Son artistas que, además de contemporáneos, están mirando el mismo paisaje que empuja la creación desde un domicilio propio y tremendo: Latinoamérica.
Las biografías de músicos, libros sobre música, destacan no solo por su formato (tipo Enciclopedia Británica) y variedad, sino por la relación directa con el artista melómano que, mientras ejercía el oficio, mantenía el tocadiscos y la radio-casete siempre sonando.
Finalmente, la biblioteca también custodia una colección de ejemplares de la Lira Chilena, de la primera década del siglo veinte, con ilustraciones del mítico litógrafo y caricaturista chileno Luis Fernando Rojas.